Época: Barbarroja
Inicio: Año 1941
Fin: Año 1944

Siguientes:
Una economía de guerra
Evacuación de las industrias
Los nuevos emplazamientos
El bache de los suministros

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

A las 3.15 horas del 22 de junio de 1941, el mundo entero contuvo su aliento: Alemania atacaba a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sin previa declaración de guerra.
Ante la realidad de una catástrofe sin precedentes, Stalin y sus consejeros -decididos a luchar hasta el último hombre en el más oscuro rincón de Siberia- pensaron en un plan de urgencia para salvar de una total destrucción la mayor parte de las plantas fabriles de la zona europea de la nación más extensa del planeta.

Pero esa idea parecía una utopía, sólo realizable sobre el papel, ya que se trataba de llevar toda la industria pesada a muchos miles de kilómetros de distancia y, además, en una verdadera carrera contra el reloj. Si fracasaba, podría darse por perdida la guerra.

El alejar de la zona de los combates las grandes instalaciones industriales tuvo una decisiva importancia en el posterior desarrollo de los acontecimientos bélicos, ya que, además de proporcionar armas y municiones a las nuevas unidades de reservistas del Ejército Rojo, impidió a la Wehrmacht adueñarse de los más vitales centros de producción de armamento.

Reimplantadas las fábricas en los Urales, región del Volga y Siberia, pudieron iniciar las factorías soviéticas en un tiempo récord la construcción de vehículos acorazados, aviones, cañones, morteros, lanzacohetes..., y en cifras cada vez más altas. El esfuerzo que demando dicha operación fue gigantesco y constituyó uno de los episodios más increíbles de la contienda.

Según datos oficiales del Gobierno de Moscú la URSS contaba, al inicio de las hostilidades con Alemania, con un total de 574.064 empresas industriales, de las cuales 61.428 eran de gran importancia. De 1938 a 1940, en un período completo de tres años, se habían establecido unas 2.900 industrias nuevas.

A mediados de 1941, en el mismo momento de la invasión, 31,6 millones de ciudadanos soviéticos estaban ocupados en la industria de su país, ya convertido en una gran potencia mundial y con enormes recursos naturales. Los datos de la producción industrial del año anterior habían llamado poderosamente la atención de Hitler, ante las posibilidades de la enorme riqueza a conquistar: acero, 18,4 millones de toneladas; carbón, 164,6 millones de toneladas; petróleo, 34,2 millones de toneladas, con una red de oleoductos de 4.212 kilómetros.

A lo largo de los años, desde el triunfo de la revolución bolchevique, los diferentes planes quinquenales habían logrado levantar la industria soviética a un punto muy elevado de desarrollo tecnológico. A destacar que un vasto sector de esas plantas fabriles eran destinadas a la producción de armas y municiones para alimentar al gigantesco Ejército Rojo. Su salvación era vital ante el incontenible avance enemigo. Durante el segundo semestre de 1941 y primeros meses del siguiente año, se reinstaló mucho más al este el grueso de las instalaciones fabriles soviéticas, hasta colocarse entre los logros humanos y de organización más sensacionales de la Unión Soviética durante la guerra.